Ajedrez y confinamiento por Jaime Quesada

Nuestro querido, admirado y no hace mucho compañero de fatigas ajedrecísticas, Jaime Quesada, del Club de Torrelodones,  nos regala con su prosa fácil este entretenido relato que no dudo será de vuestro agrado. Ahí os dejo.

Jaime Quesada

                                          AJEDREZ EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Es más que conocida la cita del Campeón mundial Boris Spassky en la que afirmaba que “el ajedrez es como la vida”. Esta aseveración tuvo su réplica por parte de su sucesor en el trono mundial, el excéntrico y controvertido Bobby Fischer, quien aseguró rotundamente que
“el ajedrez es la vida”.
Sin duda, estos campeones mundiales de ajedrez querían hacernos notar que son muchas las enseñanzas del noble juego-arte-ciencia que se pueden aplicar a la vida cotidiana, y viceversa.
Algunos fanatizados líderes religiosos musulmanes consideran que el ajedrez es un invento del diablo. Hace poco, mi amigo, ajedrecista y magnífico escritor Rafa Reig me recordó esta circunstancia. Yo no sé si lo inventó el diablo, pero desde luego es un juego endiablado.
Por otra parte, hay también otros “pensadores” que creen que la pandemia causada por el
coronavirus es obra del diablo.
Atando cabos, me planteé la siguiente cuestión… Si el juego del ajedrez es una réplica de la
vida real ¿Es posible que haya un paralelismo entre la pandemia y una partida de ajedrez?
¿Pueden aplicarse las enseñanzas del ajedrez para luchar contra la pandemia?
Sorprendentemente, me di cuenta de que, efectivamente, existe una gran semejanza entre
lo acontecido en esta crisis sanitaria y el desarrollo de una partida de ajedrez.
Antes de que todo esto empezara, estábamos acostumbrados a vivir amontonados,
revueltos. En el metro, en los bares, en las calles, en las playas, en los espectáculos
deportivos… sin orden ni concierto y sin mantener ningún tipo de distancia social. De igual
modo están los trebejos del ajedrez antes de iniciar la partida, todos en la misma caja,
disfrutando de una anárquica libertad. Juntos reyes y peones, blancos y negros, damas y
caballeros.
Pero de pronto, se impone la distancia social. Y hay que hacer las cosas de forma
ordenada, de uno en uno, respetando la fila, sin estorbarse unos a otros. Y lo mismo les
pasa a nuestras piezas, cada una en su casilla. No puede haber dos en el mismo escaque.
Cualquier aficionado sabe que una partida de ajedrez consta de tres fases, apertura,
medio juego y final, del mismo modo que cualquier obra literaria consta de introducción,
nudo y desenlace. Tal vez la literatura sea como la vida, igual que el ajedrez.
Pues bien, hete aquí que también nuestra pandemia consta de distintas fases. Desde el
confinamiento hasta la llamada “nueva normalidad” pasando por las fases 0, 1, 2 y 3 de la
desescalada.
Al principio, las piezas ocupan su lugar en el tablero, igual que los ciudadanos permanecen
en sus casas.
Esta fase de confinamiento se corresponde, desde un punto de vista ajedrecístico, con la
fase de apertura
Los niños no pueden ir al cole, y sólo pueden salir por causa muy justificada. Igual les pasa
a nuestros infantes, los peones. No deben moverse de sus casillas iniciales salvo que
sea absolutamente imprescindible, como es el caso de los peones e y d, que deben abandonar sus casillas en la segunda (o séptima) fila para permitir la salida del resto de las piezas.
No todos los ciudadanos pueden ir a trabajar, tan sólo aquellos que se considere que
realizan una tarea esencial pueden abandonar su domicilio. Y aún así, los desplazamientos
que realicen deben ser los mínimos imprescindibles para cumplir con su cometido, sin
entretenerse por el camino. Exactamente igual que les pasa a nuestras piezas. Tan sólo
deben abandonar su refugio aquellas que tengan que realizar un trabajo esencial ¿Y cuáles
son esos trabajos esenciales? Pues no son otros que aquellos que permitan alcanzar los
objetivos principales de la apertura: el control del centro y la seguridad del rey. Pero
recordemos que no están permitidos los paseos, por lo que los desplazamientos deben
hacerse con eficiencia. No debe moverse dos veces la misma pieza salvo que sea imprescindible.
Nuestras personas mayores son las más vulnerables, por ello tienen que extremar las
medidas profilácticas y evitar todo desplazamiento fuera de su domicilio habitual con objeto
de evitar ser víctimas del coronavirus. Exactamente igual que les sucede a las piezas de
mayor valor, el rey y la dama. Es fundamental que no salgan de las zonas más seguras
para evitar ser atacadas por las piezas del rival. La abuelita que iba todos los días al
supermercado a hacer la compra ya no puede ir tan alegremente para no contagiarse. Del
mismo modo, la dama no debe desarrollarse prematuramente. Y el abuelito que se daba
su paseo todas las mañanas, pasito a pasito, muy despacio porque sus fuerzas están
mermadas tiene que dejar de hacerlo, igual que le pasa a nuestro rey, que sólo avanza
pasito a pasito, recorriendo las casillas de una en una, incapaz de huir de las piezas rivales,
las cuales se mueven a gran velocidad. Para estar protegido, tiene que quedarse en casa,
refugiado. Es preciso enrocarse hasta que todo esto pase.
En esta fase de la partida, la iniciativa es fundamental. Hay que ir un paso por delante del
rival y por eso no se pueden perder tiempos en movimientos innecesarios. El conductor de
las piezas blancas tiene una ligera ventaja sobre el de las negras por el simple hecho de
mover primero.
Es importante disponer de un repertorio de aperturas variado, que nos permita afrontar
esta fase con serenidad, forzando variantes que conozcamos con antelación e intentando
que la partida se dirija hacia posiciones más o menos conocidas en las que nos podamos
sentir cómodos, posiciones en las que sabemos qué hacer.
Lamentablemente, en el caso que nos ocupa, el coronavirus juega con blancas y además
ha jugado una apertura que desconocíamos por completo. Nuestra única esperanza de salir
con éxito de esta situación es utilizar el sentido común, aplicando los principios fundamentales de la apertura.
Según vaya pasando el tiempo, las amenazas del rival se irán controlando. Y en la vida real
pasamos a la llamada “desescalada”. En la partida de ajedrez, la desescalada se llama
medio juego.
En estas circunstancias, poco a poco las personas pueden ir saliendo a pasear, se va
permitiendo que vuelvan a desarrollarse trabajos no esenciales (pero no por ello menos
útiles y necesarios para la sociedad).
Así, durante el medio juego nuestras piezas maniobran, cambiando con relativa
frecuencia de casilla en función de las circunstancias de la partida. Las piezas mayores,
torres y dama, que hasta el momento no habían participado de forma activa en la partida
van a comenzar, junto con las piezas menores, a realizar tareas importantes, aunque no
esenciales, como puedan ser el control de las columnas y diagonales abiertas, intentar
obtener ventaja de espacio y dominar las casillas más importantes.
Todo ello, hasta alcanzar la “nueva normalidad”, que en términos ajedrecísticos se
corresponde con el final.
Nuestros abuelos ya por fin pueden salir a pasear sin limitaciones horarias, y no sólo es que
puedan, es que se les recomienda encarecidamente que lo hagan para recuperar la forma
física después de tanto tiempo encerrados. Los niños vuelven al cole, con alegría y cogidos
de la mano, bajo la atenta mirada de sus padres.
En la partida de ajedrez, el rey sale también a pasear. Quedan pocas piezas en el tablero y
eso hace que salir sea menos peligroso. En el final de la partida, el rey se convierte en
una pieza de ataque. Y los niños del ajedrez, los peones, avanzan poco a poco, fila a fila,
intentando llegar a la última línea y coronar. Pero no van solos, avanzan unidos, formando
pequeños grupos y protegidos en su avance por el resto de las piezas.
Cuando todo esto pase, la vida volverá a ser como antes, y llegará el día en que volveremos
a vivir amontonados, revueltos. En el metro, en los bares, en las calles, en las playas, en los
espectáculos deportivos… sin orden ni concierto y sin mantener ningún tipo de distancia
social. De igual modo que los trebejos del ajedrez volverán a estar todos juntos.
Pues ya lo dice un viejo proverbio italiano “en el ajedrez como en la vida, una vez terminado el
juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja”. Y no habrá distinción entre humildes y
poderosos, entre hombres y mujeres, entre piezas blancas y negras. Todos irán al final a la
misma caja. Para vivir iguales. Para morir iguales.
Jaime Quesada
Monitor de ajedrez
Octubre de 2020